Después de unos días gestionando el permiso para poder entrar en Tíbet, por fin aterrizamos en su capital, Lhasa. No vamos a entrar a valorar la situación política que se vive en Tíbet con la ocupación por parte de China y que cada uno tome sus propias conclusiones que son muy evidentes.
Nada más aterrizar en Lhasa lo primero que se nota es un mareo raro producido por la altitud que ronda lo 3.650m. En teoría los efectos deben pasarse solos pero depende de cada persona y puede dejarte KO para el resto del viaje.
Como ya dijimos en el post anterior, viajar a Tíbet por libre no está permitido por China y debes de usar uno de sus operadores como intermediario. Por lo tanto, tenemos guía asignado así como alojamiento. No es una cosa que nos agrade demasiado pero es lo que hay.
La primera visita que vamos a realizar es al famoso palacio de Potala, antigua residencia del Dalai Lama hasta la ocupación China en Tíbet.
El palacio de Potala no tiene actividad religiosa actualmente y solo permanece abierto para acoger a los numerosos turistas que pasan a visitarlo. La entrada cuesta 100¥ por persona y, como hemos comentado, se ha de ir acompañado de un guía.
Dentro del palacio no se permiten las fotos por lo que será una buena oportunidad de apreciar todo el arte que hay dentro (que es mucho). El olor a cera de yak impregna todo el palacio que, a veces, llega a ser mareante.
A continuación vamos a visitar Norbuligka, el palacio de verano del dalai lama. Se encuentra a pocos minutos en coche del palacio. La entrada son 60¥ y es una visita complementaria que no está mal pero no la consideramos ‘indispensable’.
La siguiente parada es para visitar el monasterio Sera y la famosa hora de debate de los monjes budistas. Es súper curioso el ritual de debate entre los jóvenes y no tan jóvenes monjes. Gesticulan y, a veces, parece que discuten enfurecidos para defender sus opiniones.
Al día siguiente visitamos el lago Namtso, uno de los lagos salados más altos del mundo (4.718m). Se encuentra a unos 115km de Lhasa y hasta llegar a él, debemos pasar por varios collados nevados impresionantes, uno de ellos supera los 5.100m de altitud.
Durante la ascensión por carretera, resulta curioso ver a infinidad de nómadas tibetanos en tiendas de campaña parecidas a las de Mongolia.
Cerramos la visita de 5 días a Tíbet con la visita del templo más sagrado de Lhasa, Jokhang. Las visitas a este templo son muy numerosas y el olor a cera de yak impregna las inmediaciones. Muchísimos fieles llegan a este templo para rezar de la forma más surrealista (según sus creencias). Merece la pena visitarlo ya que, en Lhasa, poco más hay que hacer a parte de visitar templos, hacer alguna compra de ropa de montaña y pasear.